Lucy, la que soñó de pie
Hace más de tres millones de años, en la vasta llanura africana donde el sol aún hablaba con las piedras, nació una criatura diferente. No era la más fuerte, ni la más veloz. Pero llevaba algo que jamás se había visto antes: una chispa. Su nombre no lo eligió ella. Fue llamado mucho después: Lucy, “la que camina erguida, la que miró al cielo”.
Lucy fue la primera que soñó de pie.
Por las noches, cuando los ojos del cuerpo se cerraban, los del alma se abrían. En sus sueños, Lucy no veía sólo imágenes extrañas. Sentía mensajes. Una voz antigua, sin palabras, le mostraba paisajes que no conocía, símbolos de fuego, agua y sombra. Le hablaba el inconsciente primordial, esa vasta red que teje la historia secreta de la humanidad.
Lucy, la que soñó de pie
Cuento fundacional de On Lucid Wellness

No tenía lenguaje, pero entendía.
No sabía su nombre, pero se sentía parte de algo más grande. Cuando despertaba, traía consigo una emoción nueva. Un impulso de tocar, de crear, de imitar lo soñado con piedras y ramas. Así, el inconsciente colectivo comenzaba su danza a través de una sola mente. La primera memoria onírica de la especie.
Lucy fue la simiente de la conciencia.
No tenía religión, pero intuía el espíritu.
No tenía ciencia, pero percibía la ley invisible del todo.
Alguien la soñaba también a ella.
Y así, cada noche, Lucy se encontraba con una realidad paralela donde no había miedo, ni muerte, ni separación. Allí flotaba, allí se reconocía más allá de la carne. Veía su cuerpo desde fuera, como si lo habitara una luz que podía viajar, aprender, evolucionar.
Sin saberlo, abrió el primer portal entre lo físico y lo cuántico, entre lo biológico y lo espiritual. Ese portal hoy lo seguimos cruzando con sueños lúcidos, salidas del cuerpo, meditaciones profundas, ECM, visiones. Y con ciencia que empieza a mirar el misterio con respeto.
Hoy, miles de generaciones después, seguimos llevando la memoria de Lucy. No sólo en el ADN. También en el inconsciente colectivo, esa gran red cuántica que nos une y nos habla cuando silenciamos la mente y escuchamos con el alma.
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